REFLEXIÓN: LA NECESIDAD DE ESCRIBIR


La vida es curiosa. Me preguntaba acerca de qué escribir esta entrada y de pronto me veo en una situación en la que debí pensar qué es lo peor que me podría pasar si no pudiera concluir con todas las cosas que deseo hacer en mi vida. Se me pasaron muchas cosas por la mente, empezando con los aspectos más íntimos y emocionales de mi vida, como son el compartir con mis seres queridos o cumplir algunas de las metas que me he trazado. Pero hubo algo que me carcomía la cabeza, una y otra vez, abriéndose paso de forma poderosa y ubicándose entre las principales: Necesito escribir. No debo, no quiero, no tengo. Necesito. 

Y cuando salí de esta difícil situación y me vi tranquila, con la mente despejada y con la capacidad de pensar precisamente en todo aquello que me había estado dando vueltas, a fin de reflexionar, ya que me gusta hacerlo, porque creo que así es como se aprende en la vida, me pregunté en qué momento el escribir se convirtió en una necesidad, cuándo se volvió una función casi vital. Y no encontré una respuesta, lo que creo no es del todo malo, porque no todo en la vida tiene un por qué; a veces es suficiente con que ese hecho esté, que forme parte de uno y nos enriquezca sin buscarle una explicación razonable. Porque después de todo, ¿qué tan razonable es la escritura? Lo es en el sentido de que su planificación y el llevarla a cabo debe ser tomado con seriedad y mucho trabajo, pero también es cierto que el escribir tiene un aura mística innegable y resulta casi imposible encontrar una noción lógica al respecto. Y eso me gusta.



Hay algo mágico en escribir las primeras palabras de una historia, sentir cómo con unos cuantos trazos, si se escribe en papel, o unos golpeteos en el teclado, si dependemos del buen Word, pueden abrir un mundo ante nuestros ojos. Y ese mundo, si lo recorremos con sabiduría, entusiasmo, disciplina y, sobre todo, con mucho amor, será del todo nuestro; y luego, podremos ofrecerlo al mundo para que lo conozca de la misma forma en que lo hemos hecho nosotros. Si eso no es magia, no sé qué es.

Por eso, pese a lo íntimo que es el proceso de la escritura, algo muy personal que sale de nuestro corazón, de nuestra alma, e incluso de nuestro estómago, llega un momento en que tomamos a esa criatura que creamos con tanto esfuerzo en el secreto de las palabras, y la tendemos para que alguien más, quien quiera, cuantos quieran, puedan sostenerla también.



Y ahora, al releer estas líneas, me doy cuenta de que tal vez sí tengo parte de mi respuesta acerca de por qué necesito escribir. Lo necesito porque es parte de mí, no concibo mi vida sin crear historias, escribo porque no puedo no hacerlo. Más allá del reconocimiento, de lo fantástico que resulta hacer llegar tus historias a los demás, está el hecho de que como dice esa conocida frase: "El universo no está hecho de átomos, está hecho de pequeñas historias"; y las mías, por pequeñas o minúsculas que puedan ser, son la parte de mí que siento la necesidad de ofrecer al mundo.

3 comentarios:

  1. Hermosa reflexión. hago mía la frase final sobre las pequeñas historias, y tu sentimientos sobre ellas. Si además podemos ofrecérsela a los demás, hemos dado un gran paso.

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado tu reflexión Claudia. Esas pequeñas historias nos hacen importantes y necesitamos escribirlas, necesitamos transmitirlas y que los demás las lean, por minúsculas que sean. Escribir es algo mágico, algo que te atrae a tu propio mundo, del cual no puedes escaparte ni en sueños.

    Besos!!

    ResponderEliminar
  3. Maravillosa reflexión Claudia, enhorabuena chula

    ResponderEliminar