MIENTRAS ESCRIBO, CONSEJOS DE ESCRITURA DE STEPHEN KING



Pocas veces un libro sobre el oficio de escribir ha resultado tan clarificador, útil y revelador. Mientras escribo empieza el relato de la asombrosa infancia de Stephen King y su extraño y temprano interés por la escritura. Una serie de vívidos recuerdos de la adolescencia, de la universidad y de los años de lucha que lo llevaron a la culminación de su primera novela, Carrie, aportan al lector una amena y divertida perspectiva sobre la formación del escritor.



Stephen King es uno de esos autores con los que tengo una relación un poco complicada; sé que es un excelente escritor, que en gran medida ha marcado un hito en la escritura y se le considera el maestro del horror. En lo personal, he leído dos de sus libros, Carrie y El resplandor y ambos me gustaron. Sin embargo, me pasa con él lo mismo que me ocurre con algunos otros autores; soy incapaz de negar su genialidad, disfruto su obra, pero no logro empatizar de forma especial con él ni sentir esa inclinación que me llevaría a buscar todos sus libros. Imagino que no es extraño, que a todos nos ocurre con determinados autores.

Cuando leí en la red acerca de Mientras escribo, tomé nota mental, porque me pareció interesante conocer lo que King tendría para decir respecto a este tema; la escritura es compleja y dar clases acerca de ella es cosa difícil, aunque él en ningún momento pretende ponerse aleccionador. Bueno, hace unos días tuve la suerte de encontrar el libro, o él me encontró a mí, y me di el gusto de leerlo.

En primer lugar, me sorprendió gratamente que el autor iniciara su narración con una suerte de autobiografía (aunque él dice que no lo es), porque desconocía mucho acerca de él; no tenía idea de cómo había transcurrido su vida ni qué le llevó a dedicarse a la escritura. Comprobé, según avanzaba en la lectura, que su vida no fue sencilla, aunque siempre ha tenido su destino en la mano y, respecto a la escritura, bueno, se dedica a ella porque es parte de él y le hace feliz y me alegró leerlo.

El libro está lleno de hechos curiosos, anécdotas, lecciones aprendidas, referencias a su niñez y juventud; pero lo que más me gustó fueron todos los hechos relacionados a las novelas del autor; de dónde sacó la idea para escribir Carrie, por ejemplo, el proceso de investigación, la emoción de saberse publicado en un momento particularmente difícil de su vida; en fin, cada detalle que he devorado con mucho gusto.

Si les gusta King, o saber acerca del proceso de escritura, o tienen curiosidad acerca de cómo se crearon algunas obras que quizá leyeron, o todas las anteriores, este es un excelente libro que estoy segura disfrutarán. He acumulado algunas cuantas frases que pasarán a formar parte de las muchas anotaciones relacionadas con la escritura que guardo con cariño, y me permito compartir algunas con ustedes.



El lenguaje no está obligado a llevar permanentemente corbata y zapatos de cordones.

Siempre he escrito porque me llenaba. Puede que sirviera para pagar la hipoteca y los estudios de los niños, pero eso era aparte. Yo he escrito porque me hacía vibrar. Por el simple gozo de hacerlo. Y el que disfruta puede pasarse la vida escribiendo.

La mejor manera de aprender es leyendo y escribiendo mucho, y las clases más valiosas son las que se da uno mismo. Son clases que casi siempre se imparten con la puerta del estudio cerrada.

La pega es que los actos de la gente son más reveladores que lo que dicen, y que las palabras son traidoras: lo que dicen las personas suele comunicar una imagen que a ellas se les pasa totalmente por alto.

Escribir es mágico; es, en la misma medida que cualquier otra arte de creación, el agua de la vida. El agua es gratis. Así que bebe. Bebe y sacia tu sed.

MI AVENTURA DE ESCRIBIR

Jamás pensé que llegaría tan lejos, cuando en aquellas noches de oscuridad interminable, me dedicaba a plasmar lo que se pasaba por mi cabeza en una página de word.

Como todo/a escritor/a, el fin de nuestro esfuerzo es que nuestros trabajos sean leídos, por cuanta más gente, mejor.

Como sabéis, tengo cinco novelas publicadas, algo inaudito para mí, y creo, que la mayoría de mi familia ni siquiera es consciente de este hecho.
Dentro de muy poco, verá la luz mi sexta novela, LA MISIÓN DEL SAMURÁI

Me encanta esta portada...

Si sois seguidoras de mi trayectoria, sabréis que no suelo escribir un solo género, pues cada una de las seis novelas es completamente distinta a la anterior, ¿por qué? Lo cierto es que no lo sé, mi mente me pide a gritos que escriba y yo obedezco. Como llegan las ideas, como se forma una historia, es un asunto complejo hasta para mí.

Como ya he dicho otras veces, sois escritora, pero escribo según mi estado de ánimo, si estoy feliz, el resultado es una historia feliz, si por el contrario estoy triste, las escenas serán más tristes, todavía no he logrado escribir lo opuesto a lo que siento, y de momento no pienso hacer la prueba.

La misión del samurái es una historia divertida, con aventuras, personajes mágicos, leyendas, magia, una pizca de romance, pero sobre todo, diversión, risas y situaciones de lo más cómicas, aunque también, como no puede ser de otra manera, algo de drama.

No diré si es mejor o peor que las otras, es como elegir entre nuestros propios hijos. Cada una es distinta y a su manera, representan una parte de mí.

Mi aventura a la hora de escribir está siendo muy gratificante, y eso me anima a continuar, a superarme, a esforzarme y a seguir aprendiendo.

Está claro que no hay nada como cuando una lectora te dice que ha disfrutado mucho con la historia, que le ha gustado, que ha llorado y reído. Mi ego, que normalmente duerme, suele bailar una danza extraña para celebrar dichas palabras. Pero a mí lo que me gusta, es cuando, de manera constructiva, te matizan las cosas que pueden ser mejoradas. Porque cada día se aprende una cosa, y nunca podemos dejar de hacerlo.

El otro día mi sobrina Nerea, que siente una pequeña afición a escribir historias, me comentaba que cuando se sienta a escribir, su mente se llena de ideas y no puede dejar de plasmarlas en el papel, como si lo que le pasa, fuera algo extraño.
Me eché a reír.
Mi contestación fue la siguiente:

-Eso es lo que te convierte en escritora, la necesidad de escribir todo lo que te pasa por la mente, la facilidad de montar historias, inventar personajes y situaciones. Escribir es un don, como para otros puede ser pintar cuadros magníficos, diseñar moda, sacar fotografías fantásticas, etc... la escritura es un arte, y no hay nada más gratificante que dedicarte a desarrollar esas habilidades.

Me miró con alivio, porque no todo el mundo es capaz de entender la facilidad con la que nos sumergimos en nuestros mundos y desaparecemos del real.




Escribir es un sueño, que en mi caso se ha hecho realidad, al que no pienso renegar jamás y con el que disfruto, aprendo, me realizo y me hace ser mejor persona, porque soy feliz. 

Los escritores somos para algunas personas, unos espécimenes raros, con los que no te encuentras normalmente y a los que hay que tener especial cuidado.
Me explico.
El otro día fui al médico, en una de mis habituales visitas, y la especialista en cuestión me preguntó mi profesión, para saber qué clase de pastillas me podía recetar.
Yo, sin pensar, le dije:
-Soy escritora.
 La médica levantó la cara del informe y me miró.
-¿En serio?
-Pues sí.
-¿Qué escribes?
-Novelas.
-¿Cuántas tienes publicadas?
-Cinco.
-María, apunta su nombre, tenemos que buscarla, no todos los días tenemos cara a cara a una escritora.
A todo esto, cuando estaba a punto de irme, le dijo a la pobre María:
-Dale un salvoconducto.
¿?
Sí, me quedé paralizada. Y ella al ver mi desconcierto me explicó.
-Con esta cartulina, si ves que no te hacen efecto las pastillas, podrás llamar y te atenderé en cuanto pueda. No se lo doy a nadie, pero voy a hacer una excepción. Sin él, tendrías que seguir los trámites comunes, osea, pedir cita a través de tu médico de cabecera.

Ni que decir tiene que me fui más contenta que unas castañuelas. Hasta el momento, y solo para los que sentís curiosidad, no he necesitado el salvoconducto.

Las situaciones por las que paso, o pasamos si generalizamos, aunque cada persona es un mundo, para algunas es desconcertante.
Cuando hay reuniones, ya sea familiares o de amigos, y yo estoy en pleno proceso creativo (me gusta llamarlo así), no es extraño que parezca que presto atención, sin embargo estoy a miles de kilómetros. Luego, cuando todo termina y mi marido intenta comentar conmigo la experiencia, lo cierto es que me lo tiene que contar todo desde el principio, porque no me he enterado de nada.
Y en ese mismo proceso creativo, cuando por fin puedes sentarte frente al ordenador o libreta, y dar rienda suelta, me pongo los cascos con una laaaaaaaaarga lista de música, y mis hijas me tienen que llamar porque se me ha olvidado comer o cenar.
O perdonan mis olvidos, como pueden ser reuniones, cumpleaños... porque mi cabeza está sin duda en otros lugares.
O cuando las noches no sirven para dormir porque mi mente bulle de actividad, con imágenes, ideas y escenas que tengo que escribir antes de perderlas para siempre, y mis hijas se levantan al baño y me ven sentada en la cama escribiendo como una posesa en la libreta que tengo encima de la mesita de noche. O mi pobre marido se da la vuelta, abre un ojo, me ve de esta guisa, y se gira para poder dormir con un suspiro.

Mi aventura de escribir... única, maravillosa, y especial, así es como es y así es como me siento.

Gracias a todas las personas que con su cariño, comprensión y apoyo, me ayudan a seguir cumpliendo mi sueño, en especial a mi maravillosa familia, a mis queridas plumillas y las/os lectoras/es.









PLUMILLAS JUNTAS, A PESAR DE LA DISTANCIA




                                                                                    Han pasado ya dos años desde que conocí a las plumillas, mucho hemos caminado y vivido juntas. Hemos compartido tanto, que aun en la distancia, hemos forjado una gran amistad. Hace poco, en febrero en el RA, tuve el placer de conocer a Arman, a Lorraine y a Lury, tres grandes mujeres que son un ejemplo a seguir en todos los aspectos. Lury se escapó de la fotografía, pero es que esta mujer no para ni un segundo, es un torbellino. Arman tan dulce, sencilla y agradable como siempre. Lorraine tan fuerte, preciosa y trabajadora.









 Nada me gustó más, que poder compartir con ellas un momento emotivo y único. Ese primer momento en el que te encuentras con alguien y te fundes en un gran abrazo, es realmente mágico y para no olvidarlo nunca. Comprobar que son como te las imaginas y te das cuenta que las conoces bien, a pesar de no tenerlas cerca.
Me quedo con la esperanza de poder conocer a las demás plumillas en algún momento y poder abrazarlas también!!! Chicas os quiero mucho a todas.




Os dejo el vídeo de una canción que me encanta. Espero que la disfrutéis:




Besos de cereza

¡Buenos días a todos!
Con unos días de retraso, porque confieso que no tengo cabeza últimamente, os ofrezco mi entrada en el club. Y como no lo voy a negar que además me ha pillado completamente fuera de juego el tener que hacerla. Me he puesto a pensar qué os podía ofrecer para compensar mi torpeza y olvido. Y se me ha ocurrido una cosa; como todo el mundo sabe ya, el fin de semana del 13 y 14 de febrero, fue en V Encuentro RA en Madrid. Allí nos congregamos 500 personas entre escritores, blogueros, editoriales y lectores. ¡Una locura!
En fin, una de las sorpresas del evento, fue una antología formada por relatos de escritores que cedimos al RA sin saber qué proyecto tenía Merche Diolch, su organizadora, para ellos. Al final, nos sorprendió con una antología en papel que recogía dichos relatos y que se regaló a todos los asistentes al evento.
Para todos los que estuvimos allí, fue un fantástico regalo, pero para los que no pudieron asistir, al tratarse de una edición limitada, se han quedado sin leer dichos relatos. Evidentemente, cada relato pertenece a su autor y por ello no puedo colgar ninguno, salvo el mío. Y ese es mi regalo para hoy. Al menos así, las que no fuisteis al evento, podréis leerlo y comentar qué os parece.
Espero que os guste.
Un besazo enorme,
Lorraine













Besos de cereza



Llegaba tarde al trabajo, otra vez. Sabía lo que Roger le diría, o más bien no diría, en cuanto la viese entrar por la puerta del establecimiento en el que transcurría la mayor parte de su vida. Pero a pesar de que la idea de comenzar aquel miércoles con una de las miradas austeras y hasta terroríficas de su jefe no era nada apetecible para ella, tenía que hacer una última parada antes de llegar a su destino final. 

Apretó el paso haciendo que la falda de su uniforme amarillo se le enredara entre los muslos. No hacía buen día, nublado y con un desagradable viento que obligaba a su cabello color chocolate a permanecer más tiempo sobre su rostro que enmarcando el mismo. Por lo menos el uniforme conjuntaba estupendamente con sus botas azul turquesa con un lacito impreso, amarillo también. Y para aquel día especialmente inestable y húmedo de otoño las botas eran imprescindibles.

Una nueva ráfaga de viento levantó las hojas color teja, mostaza y rojizas que caían de los prunus del parque frente al que se encontraba el Stars, coffee and blues, la cafetería en la que trabajaba. Las hojas comenzaron a bailar en torno a sus pies, sonrió feliz de presenciar el juego de colores y se apartó un mechón de cabello de los ojos. Pisó un charco de agua y saltó evitando tropezar con el patinete de un chico que acababa de perder el control cayendo a un par de metros de ella. El chico se levantó avergonzado mirándola y ella le guiñó un ojo, lo que hizo que se ruborizara aún más. Se acercó al pequeño kiosco de golosinas blanco y rojo en la acera y miró a la mujer que lo llevaba con gesto esperanzado.

—¡Dime que hoy sí los tienes! —añadió en tono suplicante. Sus enormes ojos castaños expresaron todo el anhelo que guardaba su corazón por conseguir su preciado capricho.

La mujer sonrió iluminando su rostro redondeado de piel olivácea.

—Has tenido suerte, bonita. Me queda uno.

—¿Uno?... Bueno —resopló—, algo es algo —dijo conformándose. Los hoyuelos de sus mejillas se intensificaron anticipando el disfrute que experimentarían sus papilas en cuanto pudiese disfrutar de su anhelado caramelo.

Estaba enganchada a los caramelos de cereza con palo. No sabía muy bien cuándo había comenzado aquella fijación, porque ni de niña se había sentido especialmente tentada por los dulces, ni siquiera por las golosinas con su variedad de sabores y brillantes envoltorios. Pero desde hacía unos años los buscaba por todas partes. Tomó el Kojak y pagó a la tendera sin perder tiempo. Vio que Roger, en la puerta del local, ya la esperaba con cara de malas pulgas, cruzado de brazos y con el trapo de secar la vajilla colgado de la cinturilla de sus pantalones bajo una prominente tripa que no tenía forma de ocultar. Metió el caramelo en el bolsillo de su uniforme junto a la chapa que la identificaba con su nombre como empleada de la cafetería, y cruzó la calle corriendo al encuentro de su malhumorado jefe.

—Andrea…

—Sé que llego tarde —lo interrumpió antes incluso antes de llegar hasta él—, pero también sabes tú que soy la última en marcharse cada noche. Y no te sienta nada bien fruncir el bigote. Los clientes van a pensar que has comido algo en mal estado —terminó el discurso junto a su oído. Le dio un beso zalamero en la mejilla y pasó por su lado en dirección a la barra a toda prisa. Tomó su delantal blanco y saludó a Peny, su compañera de barra en la cafetería aquella mañana, mientras lo ataba a su espalda con una lazada.

A su vez, Roger, en la puerta, apenas era capaz de disimular la sonrisa que se paseaba por sus labios bajo el bigote.

—Llegas tarde —le hizo notar Peny, aunque su tono no mostraba enfado. Se pasó el dorso de la mano por la frente para apartarse un mechón rubio del cabello.

—¿Has tenido mucho trabajo?

—Un grupo de yupis exigentes con prisa por hacerse con su café para llevar. Nada nuevo. Pero me habría venido bien tu derroche de sonrisas matinal para aplacar los ánimos.

Andrea le sacó la lengua y salió del mostrador para recoger las tazas vacías de una de las mesas. Las dejó sobre la barra desde fuera con la intención de seguir recogiendo cuando su compañera le dijo:

—Pero no te alegres tanto. Me voy a fumar un cigarro y te dejo con el tío raro de la mesa siete. Lleva media hora ahí sentado y aún no se ha decidido —le dijo señalándolo.

Andrea miró hacia la mesa indicada, pero tardó unos segundos en ver a su ocupante, ya que las chicas de la mesa de enfrente decidieron que aquel era el mejor momento para levantarse de sus asientos y abandonar el local. Observó a su compañera hablando con Roger y volvió a mirar hacía la mesa y entonces se encontró con la mirada verde, intensa e inolvidable del cliente.

El corazón de Andrea se precipitó en una carrera desenfrenada. Percibió que el aire que intentaba respirar se volvía espeso y comenzaron a sudarle las manos, que apoyó en el mostrador para mantener el equilibrio girándose y dando la espalda al hombre. Cerró los ojos, intentando mantener el control de sus sentidos alterados, y las imágenes comenzaron a sucederse en su mente como una película antigua, en blanco y negro.

 

Estaba en un armario. Oscuro. La habían metido allí con los ojos vendados, por lo que no tenía ni idea de lo que había en el interior, pero olía a antipolillas y zapatillas de deporte, hasta que entró él. Oyó el chasquido de la apertura de la puerta a su espalda y se giró, sintió otra presencia, el aroma de una colonia masculina y cerrarse de nuevo la puerta entre las risas que se oían del exterior. Comenzó a desbocársele el pecho, como en ese momento, y estuvo tentada de salir del armario corriendo como una cobarde. Se detuvo solo pensando que en el exterior el resto de los chicos de su clase, que aguardaban, sería exactamente lo que pensarían. Era la primera vez que era invitada a una de las fiestas de cumpleaños de las populares de la clase, en su segundo año de instituto. Y todo había ido bien hasta que decidieron empezar con el juego de los besos. Ella no había besado aún a un chico y no le apetecía en absoluto empezar esa noche, menos aun cuando la botella de cristal la señaló ella como la primera en entrar en el armario. No tenía ni idea de quién sería el chico, pero ninguno de los presentes le había llamado especialmente la atención. Por lo que su primera reacción al sentir que el otro ocupante del reducido espacio se aproximaba a ella, fue levantar los brazos para detenerlo, apoyando los antebrazos en su pecho.

Él no dijo nada, se limitó a posar las palmas de sus manos más grandes, cálidas y suaves, sobre las suyas. El contacto fue sutil, pausado y excitante. Lentamente el chico fue subiendo desde sus manos recorriendo parsimoniosamente sus brazos. Cada centímetro de su piel erizada y expuesta. Andrea contuvo el aliento cuando llegó a su cuello. Las yemas de sus dedos acariciaron a tientas los mechones del cabello que enmarcaban su rostro. La piel le olía jabón y galletas de canela. Lo sintió aproximarse un pasito más, hasta que el espacio entre dos fue prácticamente nulo. El aliento cálido y dulce de él le acarició los labios justo antes de que ella entreabriese los suyos sumida en una mezcla de sorpresa, deseo y nervios.

Tal vez debía marcharse. No conocía a ese chico de nada. No sabía ni su nombre e iba a dejar que él fuese el que le diese el primer beso. Tenía que marcharse, pero nada en el mundo conseguiría que lo hiciera después de haber sentido sus manos rodear su rostro con ternura y posar sus labios sobre los de ella.

Apenas fue un tibio contacto. Lento, suave y efímero, como el aleteo de una mariposa. Pero fue consciente de como abandonaba de su cuerpo hasta la última mota de oxígeno de sus pulmones. Y él volvió a posar sus labios en los de ella. Los sintió plenos, cálidos y exquisitos, hasta que tentó con su lengua la boca femenina. Al principio se vio sorprendida, pero al instante quiso explorar el sabor dulce de su lengua.

Cereza. Sabía a cereza. Dulce y sublime Kojak de cereza. Sus lenguas se acariciaron y saborearon unos segundos, hasta que la puerta del armario se abrió y la luz se encendió súbitamente.

Sin pensarlo se apartó de él y ambos se quitaron las vendas con apremio mientras los chicos de fuera reían y hacían todo tipo de bromas. Se perdió en la inmensidad de la mirada verde e intensa de aquel chico de cabello negro y labios de caramelo mientras sus mejillas comenzaban a arder marcadas a fuego. Él intentó detenerla, pero salió corriendo de allí sin mirar atrás. Avergonzada y confusa.

Días después, una compañera le dijo que era el primo de la chica del cumpleaños, que estaba de visita y llegó en aquel momento a la fiesta. Nunca supo su nombre, jamás volvió a verlo, pero no había conseguido olvidar su mirada, la forma de tocarla, el sabor dulce de sus besos.

Consiente por primera vez de la forma en la que había estado recreando su recuerdo, se llevó la mano al bolsillo de su uniforme, pero en ese momento una mano desde atrás tiraba del palo de su caramelo sacándolo de su escondite.

Andrea tomó todo el aire que pudieron atesorar sus pulmones y se giró lentamente para ver como él, a su espalda, liberaba el caramelo de su envoltura y lo introducía en su boca de labios perfectos. El guapo chico que la había besazo en aquel armario se había convertido en un hombre de arrebatador atractivo que la miraba con sonrisa complacida.

—Ese caramelo es mío —le dijo ella en un susurro.

Él sonrió, lamió con gusto el caramelo y lo sacó de entre sus labios justo antes de decirle.

—Pienso devolvértelo, Andrea, como besos de cereza.
 

                                                                               Fin

 

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¡Feliz Segundo Aniversario, Plumillas!


Bueno, hermosas, como ya dice el título de esta entrada: ¡Feliz aniversario! Y son muchas las emociones a expresar, pero como me gusta mucho lo audiovisual, se me ocurrió hacer un videíto recordatorio con algunas de las maravillosas entradas que hemos ido escribiendo a lo largo de estos dos años. Como no podía ser de otra manera, el tema que escogí es de mi banda favorita: Coldplay.
¡Espero que les guste!

¡Mil gracias por estos estupendos dos años juntas! ¡No tengo palabras para expresar las increíbles personas que son!



¡Las quiero mucho!



Julianne May

Ganadoras del Sorteo Internacionl Plumífero

Hola mis querid@s plumíferas y plumíferos, por fin ha llegado el día de saber quienes son las afortunadas ganadoras del Sorteo que hemos celebrado con motivo del segundo año de la fundación de nuestro Club.

Os agradecemos vuestra participación, esperamos que nos acompañéis durante muchos años más y compartáis con nosotras este lugar y este Club, sin lectoras como vosotras no seríamos nada.



A continuación os dejo la lista de participantes:



No quiero demorarme mucho ya que estaréis impacientes.


1º Premio



La ganadora es:



¡¡¡FELICIDADES A. TURQUOISE!!!




2º Premio


La ganadora es:




¡¡¡FELICIDADES MONTSE!!!

(Las ganadoras tenéis hasta el Jueves para dejarnos vuestro mail en los comentarios, así nos pondremos en contacto con vosotras para enviaros los libros en formato digital a vuestro correo, decidnos que dispositivo de lectura tenéis para enviaros el archivo correcto)


NOTA:
No os perdáis los sorteos que cada una de nosotras va haciendo en sus páginas oficiales de Facebook o en nuestros grupos de lectura también en Facebook.

Bueno y de momento eso es todo, os deseamos un estupendo inicio de semana.


A MIS PLUMILLAS



Como saben, estamos de aniversario, es una fecha muy importante para nosotras y todas queremos compartir lo que este tiempo ha significado en nuestras vidas.

Dos años ya. Se dice o escribe fácil, pero la verdad es que todo el tiempo que he pasado en este querido Club de escritoras de la pluma azul ha sido un sueño y espero poder seguir disfrutándolo por siempre. Al pensar en esta fecha, en mis queridas plumillas, miré para atrás y recordé tantas cosas que estoy asombrada de comprobar todo lo compartido con personas excepcionales y es un deleite pensar en cómo fue que llegaron a mi vida.



Retrocedo en el tiempo y pienso en primer lugar en la simpática Dama, una mujer encantadora con un corazón enorme a quien leía en su Guarida del libro y que siempre tiene palabras amables para todos, que escribe de maravilla y tiene una facilidad maravillosa y envidiable para llevarnos a otros mundos por medio de sus letras; la primera a quien relacioné con ese curioso título: “Plumilla”, que luego se haría tan familiar para mí.

Pienso en Lury, ese vendaval hecho mujer o mujer que es un vendaval, no estoy segura de cuál sería la expresión correcta, pero queda claro que es una maravilla de ser humano con unas energías que ya las quisiera yo, un sentido del humor extraordinario y unos gestos encantadores, como podrá confirmar quien tenga la fortuna de conocerla. Excelente escritora y as de la publicidad, sus Bistrips son tan legendarios como sus libros; otra plumilla a quien adorar y respetar desde el primer momento.

Y desde luego que pienso en Raquel Campos, ¿y qué decir de ella? Raquel, la maravillosa escritora que me ha llevado a viajar en el tiempo, a las llanuras de un pueblo mágico, y de allí a las arenas de Egipto; la lectora voraz y reseñadora experta que siempre tiene la mano abierta y el oído atento para todos y a quien considero, como a mis otras plumillas, una de mis amigas más queridas. Qué dicha poder compartir tantos sueños cumplidos con una persona que lucha tanto por ellos y que alienta a los demás para hacerlo también.

Y pienso en Arman, la del nombre más curioso, ese que sonó casi a magia para mí y continúa haciéndolo, y nunca más apropiado, porque eso es lo que escribe esta plumilla, magia pura, y es tan generosa que no se cansa de compartirla, así como sus ánimos y buenas maneras para con todos. Leerla es un placer, pero tratarla es un privilegio y yo lo tengo.

Y aquí es el punto en donde entro yo, porque cuando estas cuatro hermosas plumillas habían hecho realidad el sueño de este club, tuvieron la gentileza de acogerme con cariño y mucho mimo, y no podía creer en la fortuna de ser una más en el grupo. Entonces, pasada la emoción y ya asumida como una plumilla más, título honorable donde los haya, llegaron dos compañeras más, dos personas increíbles a quienes por entonces apenas conocía, pero a quienes ahora puedo decir que quiero y respeto de todo corazón.

Llegó Julianne, una dama argentina con un don de gentes increíble que cada vez que comparte sus historias nos deja impresionados por su talento y dulzura, tanto como lo hace al mostrarnos cada faceta de su persona; inventiva, imaginación a tope, corazón generoso y amiga leal.

Y llegó también Lorraine, esa escritora que en un inicio me inspiró un respeto tremendo por su profesionalidad y pasión por la escritura y que con el tiempo se ha convertido también en una amiga extraordinaria. Se puede decir mucho de Lorraine, alabar su talento, lo laboriosa que es y cómo le roba horas al día para hacer absolutamente todo y mantener el buen humor y la energía, pero resalto su bondad, que no tiene límites, y ese corazón enorme que no le cabe en el pecho.



Y luego de haber expresado esto, ¿qué puedo decir? Que soy afortunada a más no poder, que algo bueno he debido hacer para que el Universo me ponga a estas seis maravillosas mujeres en el camino y que solo espero poder continuar compartiendo sus alegrías y aplaudiendo cada uno de sus triunfos.

Creo que esta es la entrada más personal y cursi que he escrito en mi vida, pero no podía dejar de dedicarla a estas damas y creo que la ocasión lo merece. Gracias por ser, gracias por estar, y gracias por permitirme caminar a su lado, plumillas, que vengan muchos años más.


De aniversario!!!!!



Ya han pasado dos años... y parece que fue ayer... ¡cómo pasa el tiempo!

El club me ha aportado muchas cosas buenas, pero sin ningún lugar a dudas, lo mejor son las personas que he conocido y esta amistad que es capaz de viajar kilómetros, traspasar fronteras y cruzar un océano entero. Los sentimientos, son ligero equipaje, pero son capaces de llenar una vida entera de felicidad.
Gracias chicas, desde que os conocí he aprendido mucho, me he sentido arropada, apoyada y valorada, son cosas que jamás podré olvidar, y aunque nos separe la distancia y el tiempo, yo estaré aquí, siempre que me necesitéis, porque vosotras lo valéis. Sois grandes, pero no solo como escritoras, que también, pero me quedo con lo mejor y es lo que hay en vuestro corazón. La valía de las personas, se mide por la capacidad de entrega, de trabajo, de dar sin pedir... y vosotras sois las más valiosas personas que he tenido el placer de conocer.
No soy dada a grandes y fervientes muestras de cariño, me lo impide mi carácter retraído, pero espero que no olvidéis que os quiero mucho y que seguirá siendo así.

Este año ha sido increíble, nos hemos consolidado, en nuestra pasión, que es la escritura, pero sobre todo como amigas.
Y después de todo lo vivido, sin duda es lo que realmente merece la pena.
Estoy orgullosa de vosotras, de conoceros y de ser vuestra amiga, me alegro de vuestras victorias y lloro con vuestro dolor, ¿Sabéis lo importante que es esta unión? Más allá del mundo que nos rodea, que a veces es falso y cruel, saber que estáis ahí es más de lo que se pueda tener.

Lo cierto es que me he puesto un poco moñas, lo reconozco, pero a veces me sale la vena mimosa y no puedo sujetarla.

Para conmemorar esta etapa ganada, no se me ocurre nada más que hacer lo que mejor se me da, o lo que más me gusta hacer, y es escribir. Así que aquí va mi regalo de aniversario, espero que os guste.




EL AMOR DE ARES




La lluvia empapaba nuestros cuerpos, azotaba fría y despiadada y se colaba por entre las armaduras, mojando nuestra piel, pero todos permanecimos impasibles ante el espectáculo que se desarrollaba frente a nosotros.
Las gotas del llanto del cielo, nos impedía la visión, las nubes, negras y gruesas, no dejaban pasar la luz del sol.
Hoy era nuestro último día en la tierra, mis compañeros y yo, bien lo sabíamos, después de esta cruel batalla, que estaba por comenzar, no quedaría ninguno con vida, pues nos superaban con ganas en número. Pero no temíamos, no, nuestro valor ya estaba más que demostrado, y hoy, se terminaría todo. Una vida llena de sacrificios, de guerras, de dolor, un fin digno para cualquiera de nosotros.
Miré por encima de mi hombro a cada uno de mis compañeros. Durante años, nos habíamos protegido unos a otros, nuestras vidas no valían nada sin no estaban nuestros compañeros. Ellos miraban al frente, intentando discernir la cantidad de enemigos dispuestos para la lucha.
Sonreí. No había miedo en sus miradas, solo pura curiosidad y mi orgullo creció todavía más.
Era la hora.
Me giré, dando la espalda al enemigo, y mirando de frente a mi ejército de valerosos guerreros.
Sus miradas se clavaron en mí, esperaban que yo los animara como lo hiciera tantas veces antes, pero todos sabíamos que esta vez sería distinta.
-Hoy, mis queridos amigos, mis compañeros, mis hermanos, lucharemos la última de las batallas. Hoy la lucha será distinta. No lucháis por mí, ni por la patria, ni por el rey, hoy la lucha será por vosotros, restauraremos nuestro honor mancillado con mentiras e injurias, hoy, queridos hermanos, lucharemos hasta desfallecer, rubricando así una batalla que perdurará en las memorias. Vuestros hijos os nombrarán con orgullo, vuestras esposas os llorarán con dolor y nuestra patria nos tratará como los honores que merecen los mejores, pero eso es lo que somos, los mejores guerreros que Grecia conoció, y con nuestra sangre y valor, quedará demostrado –alcé aún más la voz-. Hoy mis queridos hermanos, hasta los que más nos odian, nos mirarán con temor, porque no hay valor como el nuestro, ni fuerza superior,¡¡¡¡¡ hoy… nuestra sangre manchará la tierra y nuestro sacrificio será la prueba de nuestra lealtad y nuestro honor!!!!!
Alcé mi espada al aire y el sonido de los vítores inundó el espacio.
-Valor compañeros, el más allá tiene las puertas abiertas para nosotros y el paraíso nos espera. Solo os pido una última cosa, si este es nuestro fin, acabaremos con todas las almas que podamos a nuestro paso, ¡¡¡¡arrasando!!!!. –Grité.
Ellos gritaron a su vez. Desenfundaron sus espadas y se posicionaron a mi lado. Mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mi pecho. Era un ritual, antes de cada batalla amenazaba con salirse de su lugar. Miré mis manos, en otro tiempo, femeninas y delicadas, ahora duras y llenas de callos, como la de cualquier hombre, atrás quedaron los vestidos, las joyas y los peinados, iba a morir,  pero lo haría luchando, no de rodillas.
Nuestros enemigos gritaron y comenzaron a avanzar. Me quité el casco y mi largo pelo rubio, lo único de mi vida anterior a lo que no pude renunciar, cayó húmedo en mi espalda.
-Mi señora, así sois más visible, os ruego que os cubráis.
Miré a mi fiel amigo.
-No Hiriades, hoy quiero ser yo, deseo que sepan quién les quita la vida.
-Pero mi señora… eso los atraerá hasta vos.
Sonreí con malicia.
-Eso es amigo, más para mí.
Mis compañeros soltaron una carcajada y desenfundaron a la vez que yo ordenaba avanzar a paso rápido hasta nuestros enemigos y comenzar la batalla.
No podía oír nada, las pisadas, los gritos ensordecedores y el ruido del agua, limitaban mis sentidos, pero ya no importaba, mi mente estaba ocupada en una sola cosa, luchar, luchar hasta morir y conceder a mis hombres el honor que tan vilmente les había sido arrebatado.
De pronto el cielo se abrió, literalmente, y los rayos de sol inundaron la pradera, un ser, todopoderoso e inmortal cayó hasta la tierra, como un trueno.
Tanto los enemigos como nosotros, nos detuvimos en el acto, contemplando anonadados la belleza colosal del Dios, mi Dios.
Ares miraba a su alrededor, con el ceño fruncido. Sus ojos azules como la noche barrieron de una pasada todo lo que le rodeaba y se disgustó aún más. El enemigo, primero fascinado, no daba crédito a lo que sus ojos veían, al segundo, uno tras otro, fueron hincando la rodilla ante su señor.
Sus ojos se clavaron en mí. Y mi corazón aleteó contento.
-¿Qué hacéis aquí? –Le pregunté.
Él, con paso lento y parsimonioso se acercó. Su mano acarició mi cara y yo lo agarré por la muñeca, justo por donde terminaba el ancho brazalete de oro, que la decoraba.
-No estoy preparado para perderte, todavía no.
-Pero prometiste no participar en la batalla.
-Y no lo haré.
-Ares…
-Te di mi palabra, no participaré, pero eso no quiere decir que deba quedarme fuera de juego, ¿no?
Sabía de la retorcida mente de los dioses, lo conocía de primera mano. Ares era el dios guerrero, destinado a luchar, su furia y sed de sangre no conocían límites, era despiadado y cruel, pero en su corazón, solo había un pequeño hueco para el amor, y ese lugar lo ocupaba yo, una simple mortal.
-No entiendo qué haces…
-No temas, Heilaya, descubrí al traidor y le di las pruebas a tu rey, él ya debe haberlo averiguado todo.
Di un paso hacia atrás, rompiendo así todo contacto.
-¿Qué has hecho, Ares? –le grité ceñuda.
Mi dios solo sonrió, con picardía.
-Nada, lo juro Heilaya, no hay trucos, ni magia, el traidor es el que es, sin adornos ni trampas.
-¿Quién traicionó a mis hombres?
-Adelphos.
Escuché la exclamación de los guerreros a mi espalda.
Ares alzó el rostro y miró a su alrededor, conforme asintió. Había visto algo, que nosotros todavía no.
Volvió su fría mirada hacia mí.
-Te juré que no participaría en la batalla a tu favor, a pesar de mi disgusto, accedí a tus deseos, pero he decidido ganar tiempo.
-Tiempo, ¿para qué?
-Para que se haga lo que se debe hacer.
Y así eran los dioses, caprichosos en extremo y enigmáticos hasta la exasperación. Fruncí el ceño, pero al momento, escuché un ruido proveniente de lo alto de la colina. Caballos.
Lo miré incrédula, ¿qué había hecho esta vez? Y él me sonrió con dulzura, como solo me sonreía a mí.
La bandera del rey Corban ondeaba alta, a la cabeza del ejército que bajaba hasta nosotros a toda velocidad. Se detuvieron a pocos metros, y los soldados cerraron filas alrededor de su rey, que altanero, me miraba con odio desde su montura. No se doblegaría ante mí, a pesar de que en el pasado fuimos grandes amigos y aliados, pero vio al dios y no le quedó otra alternativa que rendirle la debida pleitesía. Desmontó y se arrodilló, todos los demás lo imitaron.
Ares se acercó hasta el ejército enemigo y le dijo algo a un soldado, que corrió raudo a cumplir su orden, al poco rato, se acercaba en caballo, el rey del otro bando.
Cuando estuvieron juntos, Ares comentó a mi antiguo amigo.
-Hoy te daré el mayor de los regalos, el de la verdad, se prudente y actúa en consecuencia.-Miró al otro monarca y le dijo- He aquí tu traidor, aquél que con trampas y alevosía, corrompió vuestro corazón.
Los soldados crearon un pasillo y en el fondo, Adelphos caminaba atado. Sus ojos bailaban de un lugar a otro, aterrado. Por un instante sentí lástima, hasta que me vio.
-¡Ayúdame Heilaya! ¡Tú eres la única que puedes ayudarme! Ten piedad de mí, hermana.
-¿Piedad? ¿Me suplicas piedad cuando tú no tuviste ninguna al enredarme a mí y a mis hombres en tus mentiras y conspiraciones? ¿Acaso tuviste piedad de esto hombres leales a los que hundiste arrebatándoles lo único que por derecho les pertenece? Tú mismo has cavado tu propia tumba, ahora sé un hombre y acepta las consecuencias de tus actos.
Adelphos tiró de sus apresadores hasta quedar de rodillas frente a mí.
-Yo solo cumplía órdenes, ¿no lo entiendes? ¿Acaso no habrías hecho tú lo mismo?
Los soldados tiraron de él, arrastrándolo y yo le indiqué con un gesto que se detuvieran. Alcé mis ojos hasta Ares y después al rey, que de pie, me miraba pálido.
-¿Órdenes? ¿De quién? –Pregunté si apartar la mirada del rey.
-¡Pues de Corban, nuestro rey! ¿Acaso no lo habrías obedecido tú?
-No… no lo habría obedecido, hermano, aunque eso supusiera mi propia muerte –Contesté, con la voz fría como el hielo.
-¿Le vas a creer? –me gritó Corban- No es más que un sentenciado, no tiene nada que perder.
-Y por eso mismo le creo… -declaré.
El rey palideció aún más y me miró con el fuego del odio brillando en sus ojos. Sabía que Ares no le permitiría moverse, pero estaba segura de que sin la presencia del dios, Corban hubiese intentado matarme. Mala suerte, aunque no estaba segura de si para él o para mí, pues mis deseo de atravesarle con mi espada no desmerecían los suyos.
Miró al dios como una última salida. Ares solo tenía ojos para mí. Más de una vez me había comentado que cuando la furia me invadía, las llamas da mis ojos le atraían de una manera irresistible.
-Ares, entregad al traidor y acabemos con esto –Susurró.
Por fin el dios le prestó atención.
-Y eso he de hacer.
Se acercó hasta él y sin el más mínimo esfuerzo lo cogió por el cuello, y lo llevó junto al enemigo. Lo soltó, Corban al caer produjo un sonido sordo, seguido por un resuello de dolor.
En el campo no se oía ningún ruido más.
Se puso en pie con lentitud y se giró hacia mí.
-No lo permitirás, ¿verdad Heilaya? No consentirás que entregue a tu rey a estos bárbaros, sabes bien que harán conmigo.
No lo quise pensar, Corban había sido mi amigo desde mis más tierna infancia, habíamos crecido juntos, éramos primos, pero al heredar el trono, el poder y la gloria habían oscurecido su corazón y lo convirtieron en un ser despiadado y cruel.
-Bien lo sé, Corban, y tú también porque es lo que harías tú. Ares, ¿Corban es culpable?
-Lo es, oteé su pasado, lo vi con mis propios ojos.
-Pues entonces, ya no eres mi rey, no haré nada por ti.
-¡Heilaya! –me gritó- No puedes dejarme así, sin más. ¿Y tu juramento de lealtad?
-Quedó anulado en el mismo instante en el que me vendiste, Corban, traicionando mi fidelidad, y hundiendo mi vida y la de mis hombres en el más oscuro agujero, en el que solo están los traidores, los sin honor.
Me giré dando la espalda a lo que quedaba de mi familia sanguínea.
Los enemigos cogieron a sus presas, que no dejaban de gritar y patalear. No pude soportarlo.
-¡Tened al menos el honor en la muerte que os faltó en la vida! No nos avergoncéis más….-Les grité.
Las tropas enemigas se dispersaron, mientras que mis hombres junto con los de Corban, permanecimos allí, sin saber muy bien que hacer durante unos minutos. Miré a Ares a los ojos. El brillo malicioso de su mirada me indicaba de que estaba satisfecho con el resultado. Yo no podía decir lo mismo. La traición que me golpeó por la espalda venía de mi propia familia, y a pesar de todo, me dolía.
-Ahora el trono es tuyo, Heilaya, eres la única heredera con vida.-Me soltó el dios.
-No lo quiero, bien lo sabes.
Ares negó con la cabeza, divertido.
-Eso poco importa, es tu deber. Y sabes, tan bien como yo, que jamás dejarás de cumplir con tu deber.
Suspiré frustrada.
-Al parecer la vida no me sonríe.
La carcajada de Ares resonó en el campo de batalla. Se acercó hasta mí divertido.
-Cualquiera diría, mujer, que ser reina de una gran extensión de tierra, ocupada por buenas gentes, es una carga odiosa.
-Para mí lo es. Yo no soy de corte, ni de diplomacia ni política, soy guerrera, Ares, lo mío es la guerra.
-Pues bien, mi amor, tu ejército supera con mucho al más grande, podrás jugar a la guerra siempre que te apetezca.
Y me besó, con pasión, con la fuerza desmedida de la pasión retenida. Me encendí como una llama. Lo amaba, y él a mí. Sin embargo nuestro destino no podía ser más aciago. Él lo sabía y yo también.
Se separó despacio y clavó su mirada en mis ojos.
-Sabes que hoy me has salvado, pero mi muerte vendrá, tal vez mañana, o dentro de un mes o un año, ¿para qué prolongar lo inevitable?
-Porque un segundo contigo, bien lo vale, Heilaya. Daré cualquier cosa por prolongar tu efímera vida y disfrutaré de cada instante. Eso es lo que me mantendrá en pie cuando tú faltes.
Me acarició con las yemas de los dedos y desapareció.
No tardaría en volverlo a ver. Nunca se demoraba demasiado y eso hizo que mi corazón palpitara emocionado. Pues que así fuera, él lo había decidido, si es lo que quería le colmaría la mente de recuerdos hasta el fin de los días, y tan buenos que  jamás nadie los superaría.


©Arman Lourenço Trindade



Para inspirarme he estado escuchando:



Espero que os haya gustado ;)

Me despido con un deseo, que este sea el segundo de muchos más, que la armonía, la amistad sincera, el apoyo, y el compañerismo vayan en aumento día a día.

Sois las mejores chicas, y os quiero mucho.