La Deuda Capítulo 5º por Arman Lourenço Trindade


NOTA DE LA AUTORA:


Esta semana ha crecido en mi la vena más sangrienta y perversa. Escribí unas escenas con mi amigo Kaesios como protagonista, que me sorprendieron a mí misma, sin duda no me esperaba poder narrar con tanta claridad y facilidad cosas tan lejanas a mi personalidad, tan llenas de violencia y de sangre. ¡Simplemente fascinante! Un nuevo descubrimiento para mí. 


Sin embargo luego pensé que tal vez no eran escenas aptas para todos los públicos, podrían herir la sensibilidad de alguna persona, entre las que me incluyo, por eso decidí modificar y suprimir aquellas escenas y situaciones que podrían no ser muy adecuadas, porque aunque Kaesios es un vampiro perverso, fuerte y letal, que puede matar sin pestañear, sin inmutarse y sin sentir ni un ápice de culpabilidad, también es un ser entregado y bondadoso y quiero en este blog deleitarme contando su historia de amor, sin olvidar su lado más oscuro por supuesto, pero sobre todo mostrando lo más amable de esta criatura tan compleja. Pero esas escenas quedan guardadas (como me recomendó un día mi querida María Border) porque no sé si tal vez en un futuro las pueda utilizar, ya que en mi pensamiento se está germinando la loca idea de publicar esta historia. 

Dicho esto y sin más dilación os presento el nuevo capítulo de La Deuda, espero que os guste y lo disfrutéis, es una versión light de la auténtica vida de Kaesios, porque lo escribo pensando en vosotras.

Un enorme besazo!!







LA DEUDA 

Clara avanzaba al lado de Aidan completamente en silencio. Sabía que el vampiro estaba enfadado, lo que no lograba averiguar era si la razón de su enfado se debía a Kaesios o a ella misma.

-Aidan, lo siento. –Logró decir Clara.

Aidan se paró en seco.

-Usted no tuvo la culpa de nada.

Ella se quedó callada unos instantes, mirando fijamente al joven vampiro. Aidan era muy atractivo, no tanto como Kaesios, pero no se podía negar la belleza de los rasgos de la criatura.

-Por favor, tráteme de tú.

-Como desees, espero que hagas lo mismo. –Ella sonrió y continuaron andando lentamente. Después de unos minutos Clara habló.

-Supongo que el error lo cometimos los dos.

Aidan la miró fijamente, seguía disgustado, ella lo notaba.

-No, no es así, yo no puedo culparte de nada porque no eres consciente del peligro que corres.

Clara abrió mucho los ojos sorprendida.

-¿Crees que Kaesios sería capaz de hacerme daño?

Aidan suspiró frustrado.

-No, desde luego que no… pero es algo complicado… Mira, los vampiros, por naturaleza, somos caprichosos y egoístas. A los vampiros jóvenes, como yo, nos cuesta muchísimo controlar nuestros impulsos. Con el tiempo y mucho esfuerzo, llegamos a dominarnos y procuramos pensar antes de actuar, no siempre lo conseguimos, por eso vivimos con vampiros más ancianos que nos acogen bajo su mano y protección. Somos criaturas peligrosas, muy peligrosas, porque cuando nuestros deseos controlan nuestra mente, no podremos parar hasta satisfacernos, al menos muy pocos lo logran. No actuamos para herir o dañar, pero si los impulsos nos dominan, nuestra parte racional nos abandona, quedaríamos a merced del depredador, de la necesidad… y cuando un vampiro siente una necesidad tan intensa es muy difícil que pueda controlarse. ¿Lo entiendes?

-Creo que sí, pero como tu muy bien has dicho, sois los vampiros más jóvenes los que tenéis ese problema, y tengo entendido que Kaesios es uno de los más ancianos.

-Clara, conozco bien a Kaesios, es un ser bondadoso, todo lo bondadoso que podemos llegar a ser. Es prudente y juicioso, y no sé muy bien por qué, siente una pequeña debilidad a la hora de proteger a los humanos. Pero jamás, escúchame bien, jamás se ha interesado por una mujer, humana o vampiresa, de la misma forma que lo hace contigo. No lo entiendo, te juro que no lo entiendo, pero tú posees algo que hace que Kaesios pierda el norte. Es algo nuevo y estoy desconcertado, no quiero ni pensar cómo debe sentirse él…

-Confío en Kaesios. –Respondió la joven muy convencida.

-Los vampiros somos seres fríos, oscuros, tenebrosos. Adoramos la soledad y nos gusta preocuparnos solo de nosotros mismos. Pero cuando alcanzamos una edad, sentimos la necesidad de estar acompañados. Kaesios lo estuvo con su hermana, mi madre, pero llegado el momento tuvieron que separarse, y mi madre decidió… como lo diría… decidió que deseaba tener un hijo… y yo me crucé en su camino. Durante siglos vivimos los dos juntos, viajamos, conocimos lugares lejanos, gentes, culturas… durante ese tiempo me habló muchísimo de Kaesios, ambos se adoraban, jamás me contó que Kaesios se interesara de forma romántica por ninguna mujer, más bien durante todo el tiempo evitó acercarse demasiado a alguna. Cuando un vampiro o vampiresa se enamora, se entrega completamente. Hay quién dice que no tenemos corazón, que somos incapaces de amar, eso es mentira. Un vampiro o vampiresa, permanece enamorado mientras ambos vivan, incluso mucho más. Esto es bueno si tenemos la suerte de enamorarnos de uno de nuestra propia especie. No tanto si nos entregamos a un humano o humana. Nuestros sentimientos son demasiado intensos y fuertes, como nosotros mismos, el vampiro enamorado es un vampiro débil, pues deja de ser uno mismo para convertirse en protector, amigo, amante y todo lo que la pareja necesite. Nuestra pareja es nuestra mayor debilidad, nuestro talón de Aquiles, ¿comprendes?

Clara no dejaba de mirar pasmada a Aidan, todo aquello que le estaba revelando era increíble. Asintió con la cabeza lentamente. Aidan la cogió por el brazo y ambos iniciaron la marcha hasta su habitación. Una vez en la puerta, cuando estaban a punto de despedirse, Clara no pudo evitar pensar en una cosa.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Pregunta.

-¿Qué sucedió con tu madre?

El hermoso rostro de Aidan se contrajo de dolor.

-Ella es el mejor ejemplo del daño que hace enamorarse de la persona equivocada. Murió hace varios años…

-Lo siento.

-Gracias... Buenas noches Clara.

-Buenas noches Aidan.

Clara entró en su habitación y cerró la puerta, más como acto reflejo que como protección, si alguno de los inmortales deseaba entrar una puerta cerrada no lo evitaría. Se quitó el abrigo lentamente, su mente estaba muy lejos de aquella habitación, no paraba de darle vueltas a todo lo que le había dicho Aidan.


Kaesios era un ser de la noche, podía pasear a su antojo durante el día y apenas necesitaba descansar, pero sin duda su medio era la noche, cuando los ojos humanos no distinguen entre las sombras, cuando las estrellas revelan la mayor de las bellezas y el mayor de los misterios. Con la oscuridad Kaesios se sentía a gusto, se sentía él mismo.

Estaba escondido entre las ramas de un árbol, mirando a la inmensidad, oculto a ojos indiscretos.

Vigilante.

Siempre vigilaba.

Sin duda era una condición de los vampiros, sentirse inseguros, desconfiados…

Sus presas estaban llegando, no sabía cómo, pero siempre estaba en el lugar adecuado.

Esperó en silencio.

-Tenemos que darnos prisa, nadie puede vernos. –escuchó decir a un hombre, cuya voz le resultó muy familiar.

-Nadie nos persigue, podemos quedarnos por aquí y disfrutarla… es tan hermosa…

Kaesios escuchó un quejido lastimoso.

-No te preocupes dulzura… no te lastimaremos, no mucho al menos –soltó el truhán con una carcajada.

-Vamos, vamos Sebastian, seguro que no estás tan necesitado como para no llegar a un lugar más seguro.

-Pero mírala Antoine, es tan dulce… tan deseable… y seremos los primeros…

Kaesios escuchaba en silencio mientras les veía acercarse. Cuatro hombres y una mujer. Su vista agudizada podía distinguir con claridad cada uno de los rostros, los gestos, incluso los más mínimos detalles de la ropa. Vio con pesar que la mujer no era más que una pobre muchacha. La tenían atada y amordazada. Los ojos de la chiquilla mostraban todo su miedo.

-No puedo esperar más, necesito tenerla –dijo Sebastian, tocando los pechos de la chica bruscamente.

-Sebastian, este no es un lugar seguro, vamos a la casa del guardabosques, allí no hay nadie y podremos estar todo el tiempo que queramos. –comentó otro hombre.

-Oh, vale, está bien… esperaré pues.

-Yo os dejo aquí, no quiero seguir más y que me encuentren junto a vosotros.

-¿No quieres disfrutar de lo que has pagado?

-No, os la regalo toda para vosotros, yo prefiero a las mujeres bien dispuestas, no me llama una niña llorosa y temblorosa.

El hombre que iba en primer lugar se acercó hasta éste.

-Muy bien, si así lo decides así será… que te vaya bien Julien, espero que nos veamos pronto.

-Ya veremos Antoine.

Julien giró sobre sí mismo e inició la marcha en otra dirección, llevándose con él una de las lámparas.
Antoine se quedó durante unos instantes viendo como Julien desaparecía en la oscuridad.

-Ese muchacho lo tiene todo y sin embargo está perdido –dijo más para sí que para los demás.-Venga, vamos, que amanecerá y nos encontrará la luz del alba aquí.

Kaesios, sin hacer el menor ruido, se dejó caer de la rama en la que estaba, parando frente a Antoine. Este dio un paso atrás debido a la sorpresa.

-Hola, hace una maravillosa noche, ¿no creéis? –preguntó Kaesios como si tal cosa.

-Una maravillosa noche ¿para qué? –le preguntó desdeñosamente Sebastian sin dejar en ningún momento a la muchacha.

-Pues para morir, por supuesto.

Antoine abrió mucho los ojos.

-Oscuro, la guerra entre nuestras razas terminó, no entiendo porque deseas matarnos, no te hemos hecho nada.

Kaesios le miró fijamente durante unos instantes, clavando su mirada azul en aquellos ojos humanos.

-Déjame pensar…tienes razón, humano, la guerra terminó, pero no me gusta la escoria, huele a podredumbre. Simplemente tengo ganas de mataros.

-¿Tienes ganas? ¿Qué razón es esa para quitarle la vida a alguien?

-La única que importa, mortal.

Nadie le vio moverse, pero Sebastian cayó al suelo con un sonido sordo, rodeado de su propia sangre.
Los demás dieron un paso atrás.
Kaesios los miró y sonrió. Una sonrisa tan terrible y malvada que les heló la sangre. Antoine, mirando fijamente a Kaesios sintió que tenía en frente a la mismísima muerte, sintió el miedo calando en su interior, el pánico se apoderó de él. En ese mismo instante supo que iba a morir.
Minutos después Kaesios amontonaba los cuerpos de los humanos y les prendía fuego. La muchacha seguía agazapada en el tronco de un árbol, mirando la escena petrificada. Kaesios no dijo nada, simplemente se quedó allí quieto, mirando como el fuego consumía los cuerpos de lo que hacía apenas unos minutos, eran hombres llenos de vida… y de maldad.
Cuando el fuego estaba a punto de consumirse se acercó hasta la muchacha, se agachó a su lado y le quitó la mordaza.
Ella no se movió.
Kaesios sacó un cuchillo del bolsillo del pantalón y cortó las cuerdas que sujetaban sus muñecas. Ella se las frotó despacio, notando como la sangre volvía a correr por sus doloridas manos.

-¿Cuántos años tienes?

-Catorce.

-¿Tu nombre?

-Cecile.

-¿Tienes a dónde ir?

Ella negó con la cabeza.

-¿Y tú padre?

-Él me vendió a estos hombres, si regreso con él, volverá a hacerlo.

-¿Y tu madre?

-Murió.

-¿Tienes hermanos o alguien de familia?

-Tengo cuatro hermanos pequeños, dos niñas y dos niños. No hay nadie más.

Kaesios se puso en pie y miró el cielo estrellado, suspiró.

-Bien, pues. Yo sé de un lugar al que puedes ir, allí estarás segura, tendrás un trabajo decente, comida caliente y una cama donde dormir. Ahora tú debes decidir si deseas venir conmigo o no.

La muchacha le miró durante unos segundos. Kaesios situado de espaldas a ella no dijo nada, no se movió.

-Iré con usted.

Se giró lentamente.

-¿Estás segura?

-Sí, me ha salvado la vida, por lo tanto estoy en deuda, haré todo lo que esté en mi mano para saldar la deuda.

-No me debes nada muchacha. No deseo tu servidumbre.

-¿Qué queréis de mi, entonces? ¿Qué puedo ofrecer a un señor Oscuro?

-Con tu lealtad me basta. Si la consigo me doy por pagado.

-Entonces señor, si eso es lo que deseáis, eso es lo que tendréis de mí. –dijo la muchacha mientras se ponía en pie.

La noche dio paso al día, el sol se asomó pletórico, lleno y brillante. Cecile se levantó en su nuevo cuarto, contenta y feliz se preparó para el primer día de su nueva vida. Sin prisa se dirigió hacia la cocina y se encontró con la sorpresa de ver a sus hermanos desayunando allí. Entonces lo supo, sin necesidad de hablar, ella supo que su padre no vería otro amanecer…

Clara se asomó a la ventana como tenía por costumbre. El día comenzaba lleno de luz, el cielo completamente despejado. El rocío de la noche brillaba como pequeños diamantes al ser acariciados por los dulces rayos del astro rey. Clara se sintió feliz. Se vistió y bajó a desayunar, como siempre Kaesios ya estaba esperando. Sintió un nudo en el estómago al recordar el beso de la noche anterior y todo lo que Aidan le había contado, pero en cuanto la criatura alzó la mirada y la fijó en ella, Clara sintió su cuerpo flotar.

-Buenos día, Clara.

-Buenos días, Kaesios.

Ambos tomaron asiento y Kaesios ordenó que sirvieran el desayuno. Él se comportaba como si no hubiera pasado nada entre los dos. Los nervios de la muchacha iban en aumento, mientras que la criatura se mostraba fría y concentrada. Un silencio incómodo ocupó la estancia, Clara se vio en la necesidad de romperlo.

-Kaesios, ¿puedo haceros una pregunta?

Él levantó la mirada de su plato, sus ojos azules, cristalinos y fríos se fijaron en ella.

-Sí.

-He visto que han llegado más hijos de los supervivientes… me preguntaba… si tal vez podía verlos…

Kaesios no habló, no se movió, Clara creyó que ni siquiera respiraba, pero no se amilanó y mantuvo la mirada fija en aquellos ojos hipnotizantes.

Pasaron los minutos.

-¿A quién deseáis ver en particular? –preguntó al fin.

-Oh… bueno, tenía pensado visitar a Mark, hablar un poco con él… -respondió mientras cogía la taza de té y se la llevaba a los labios.

-Mark… ¿Es su prometido?

Ante la pregunta Clara se sorprendió, tanto, que escupió todo el té que tenía en la boca mientras intentaba no atragantarse.

-¿Prometido? ¿Mark? No, desde luego que no –contestó una vez repuesta.

-¿Tenéis prometido o alguien que os espere fuera de aquí?

Clara dejó sobre la mesa la servilleta que había utilizado para limpiar todo el estropicio que había causado y le miró fijamente. No entendía por qué se interesaba por su vida sentimental y menos ahora.

-¿Mi respuesta podría cambiar en algo la situación a la que me veo sometida?

Esta vez fue él el sorprendido, aunque su rostro se mostraba inexpresivo, el brillo fugaz de sus ojos le delató.

-No.

-Pues entonces no veo la necesidad de contestar a esa pregunta.

Kaesios dejó los cubiertos sobre la mesa y se reclinó en el respaldo de la silla, se acomodó, cruzó los brazos sobre el pecho y aceptó el desafío que esa muchacha le acababa de lanzar.

-Creo que deberíais ser más prudente. Sabéis lo que soy y todo lo que puedo hacer, no os conviene hacerme enfadar.

Clara se entretuvo cortando con delicadeza la tostada que tenía en el plato. No podía mirarle, sentía como le faltaba la fuerza y la voluntad, el tono de voz de la criatura se había modificado sutilmente, de agradable y apaciguador a dominante y controlador. Él tenía razón, era capaz de muchas cosas, de las más terribles y de las más bondadosas, sin embargo, supuso que enfadado, sería un ser despiadado y cruel. A ella no le convenía, pero no podía simplemente someterse a su voluntad, ella no era libre, estaba encerrada en el castillo, él le privaba de libertad, incluso era capaz de dominar su cuerpo  cuando estaban juntos, pero aún le restaba el alma, su alma, limpia y pura le pertenecía a ella solamente, y algo le decía en su interior que debía resistir y prestar batalla, aunque fuera una pequeña e insignificante...

-Sé lo que sois y no puedo ni imaginar todo lo que seriáis capaz de hacer, sin embargo creo que mi vida privada es solo mía.

-Ahora no tenéis vida privada Clara, eso se terminó, ahora estáis aquí, en mi hogar, bajo mi protección y cobijo, me gusta conocer a aquellos que viven bajo mi techo. Necesito saber si habrá algún loco enamorado dispuesto a atacar mi castillo para rescatar a su dulce dama.

Clara se sonrojó hasta la punta del cabello.

-No creo que haya nadie en la faz de la tierra que sea tan insensato. Podéis descansar tranquilo, señor, pues tenga o no enamorado esperándome fuera, sin duda no se atrevería a venir hasta aquí y retaros a un duelo por mi honor. Estoy a vuestra merced durante todo el tiempo que deseéis, aceptando su impuesto hogar y cobijo. Y ahora si me disculpáis voy a retirarme.

Clara se puso en pie y Kaesios la imitó, pero no impidió su huída, estaba tan fascinado por el ímpetu y descaro de la muchacha, que no era capaz de reaccionar decentemente, así que se limitó a verla marchar aceptando su fracaso. Esta batalla sin duda ella la había ganado, pero lo que Clara no sabía es que esto no era más que el comienzo de una guerra, y en el arte de la guerra Kaesios era un experto maestro.


Muy a su pesar, Kaesios sonrió.

                                                                                                                 © Arman Lourenço Trindade




6 comentarios:

  1. Jejejeje!!! Así me gusta Clara!!! Buen por ella!!!

    Me ha encantadooooo, creo que a parte del primero este es el que más me gusta de todos los capítulos que has escrito hasta el momento, y me muero de curiosidad por leer las escenas que faltan. Ole por ti preciosa, porque la historia está evolucionando de una manera magnífica.

    Gracias por deleitarnos con tu magistral forma de escribir.

    Besitos azules ^_^

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  2. AYYYYYYYY Kaesios me gusta muuuuucho.
    Bien por Clara (pero que no me lo enoje mucho, que le tomé cariño al vampiro)
    Bravo Arman.

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  3. Me uno a las palabras de María, cómo me gusta Kaesios y bien por Clara. Me parece genial que la escritura de esta historia te haga experimentar por nuevos rumbos, se te da de maravilla, felicidades.

    Besos.

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  4. Me encantaaaaaaaaa!!!!

    No puedo decir otra cosa. Me gusta como se retan los dos!!!

    Me alegro mucho que tengas expectativas con esta historia porque es muy buena y escribes de infarto!!

    Besos plumilla!!

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  5. Interesante Kaesios , es sexy un beso y buena semana

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  6. Que malísima te esta volviendo el calor...

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