LA DEUDA
Aidan entró en la
biblioteca con cautela. Vio a Kaesios mirando a través de la ventana,
ensimismado en sus pensamientos, pero sabía que sus sentidos estaban alerta.
-Buenos días Kaesios
–dijo haciendo una pequeña reverencia, en señal de respeto. Kaesios era uno de
los inmortales con mayor edad, y su fuerza y poder eran inmensos. Aidan lo
admiraba y lo temía a partes iguales, pues Kaesios aunque siempre demostraba
ser justo y paciente, no dejaba de ser un vampiro y su naturaleza tendía a ser
caprichosa y voluble.
-Buenos días Aidan,
¿Qué nuevas traes?
Aidan sonrió.
-Directo al grano ¿Eh?
Kaesios no dijo nada,
se giró lentamente y le miró a los ojos. Aidan se estremeció. Aunque Aidan era
un vampiro, aún era muy “joven” y ante un ser de tanto poder no tendría nada
que hacer en caso de que Kaesios decidiera acabar con él.
-Hay movimientos en el
sur, el clan de Baldur. Sabemos que están formando un ejército, han hecho trato
con los bárbaros y les han jurado lealtad, así que ahora poseen un número
ingente de humanos fuertes y preparados para la lucha, a su servicio.
Kaesios volvió a mirar
a través de la ventana.
-¿Qué les han prometido
para que juren lealtad a los inmortales?
-Tengo entendido que
cuando la raza humana sucumba, las únicas tierras libres les pertenecerán.
-¿Quién lidera ahora el
clan de los bárbaros?
-Cornelius, el hijo de
Damek el infame.
-Lo suponía. Conocí a
Damek en sus mejores años, era despiadado y cruel, pero nos odiaba, jamás pensé
que se aliaran a los nuestros, sobre todo si la intención es eliminar a su
propia especie.
-Damek era despiadado y
cruel como tú bien dices, pero su hijo es además avaricioso, le gusta el poder
y la riqueza, Baldur lo sabe y lo ha aprovechado a su favor.
-Ya veo… ¿Qué dice el Consejo
vampírico?
-Harán una reunión.
Desean que ocupes tu lugar en el senado. Ahora más que nunca, necesitamos estar
unidos.
-Diles que convoquen la reunión, a su debido momento, yo
estaré.
-Bien, se lo
comunicaré… Kaesios, tal vez deberías hablar con los supervivientes y
anunciarles los planes de Baldur, al fin y al cabo les incumbe más a los
humanos que a nosotros.
Kaesios se giró y le
miró fijamente. Aidan, el único descendiente de su querida Karina. Suspiró para
sus adentros. Karina, su amiga, su hermana. La echaba muchísimo de menos, no en
vano era ella la sensatez personalizada y su suspicacia y paciencia les había
salvado muchas veces de cometer locuras que hubieran acabado, sin ninguna duda,
con sus miserables vidas. Pero ella ahora no estaba, y él por los años
compartidos, le había jurado que cuidaría de su descendencia. Aidan, lo único
que le quedaba de Karina, tan distinto a ella y tan parecidos. Pero jamás
podría estar tan unido a Aidan como lo había estado con Karina, porque el
muchacho no se sentía cómodo en su presencia, lo temía, él era consciente de
este hecho, y lo peor es que no hacía nada para evitarlo.
-He pensado en hacerlo,
pero aún no es el momento, debemos esperar a que Baldur nos dé una muestra de
sus planes.
-¿Y si no lo hace?
-Le conozco bien, su
soberbia no tiene límites, lo hará porque está convencido de que no podremos
detenerlo.
Aidan suspiró.
-Los humanos no son
conscientes de la locura que cometieron al levantarse contra nosotros, “Los
días oscuros” serán un paraíso en comparación con lo que Baldur planea hacerles.
-Los humanos son
inconscientes y sus cortas vidas no les conceden la sabiduría suficiente para
evitar este tipo de consecuencias. Ellos piensan que por nuestra naturaleza
malvada no debemos existir, pero no midieron las consecuencias de sus actos, y
en esa guerra se perdieron muchas vidas, tanto humanas como vampiras, entre
ellos el hijo de Baldur, lo que desencadenó esta venganza.
-¿Pero por qué ahora?
Los supervivientes humanos de esa guerra, hoy no podrían defenderse, ¿Cuál es
el significado de su venganza?
-Baldur desea quitarles
a sus hijos, que sientan lo que él sintió y que mejor forma que ahora, cuando
los supervivientes apenas pueden defenderse a sí mismos, sus remordimientos y
su dolor los llevará a la tumba. Eso es lo que desea Baldur, que sufran, a
parte claro, de la dominación de la raza humana.
-Entiendo. Dime, ¿Irás
a ver a los nuevos? Aún no les hemos informado de para qué están aquí.
-Sí, iré más tarde.
-Bien, entonces si no
deseas nada más, me retiraré. Iré a hablar con el Consejo. Te mantendré
informado.
Kaesios afirmó con la
cabeza y despidió a Aidan.
Se avecinaban tiempo
difíciles, para su raza y para la de los humanos, si el consejo no cedía y
decidía mantenerse al margen, los humanos no tendrían ninguna posibilidad.
Volvió a mirar por la
ventana, ahí estaba Clara, sentada en el jardín con un libro en sus rodillas,
pero no leía, simplemente miraba a su alrededor, y se quedaba ensimismada
mirando el cielo. No sabía por qué, pero esa muchacha no se le iba del
pensamiento. Tenía que centrarse, debía planear la mejor estrategia para
neutralizar esta estúpida guerra, y si no podía, tal vez encontrar la forma de
minimizar las pérdidas. ¡Oh Baldur! Su maldad y soberbia no conocía límites,
siempre fue un problema, pero ahora que era más fuerte y más listo, se estaba
convirtiendo en un adversario digno de tener en cuenta.
Tenía que ir a ver a los
hijos de los supervivientes, contarles para qué les había traído y qué se
espera de ellos, pero lo cierto es que lo único que le apetecía era sentarse
junto a la muchacha y observar las nubes. Sin duda, con el paso de los siglos
se estaba convirtiendo en un auténtico estúpido…
Clara miraba sin ver,
sus pensamientos iban y venían por su cabeza pero ninguno se quedaba lo
bastante. Se sentía sola y triste, y aún más sabiendo que a unos metros de ella
se encontraba Mark, su amigo, tal vez si pudieran verse se le haría más
llevadero el tener que permanecer encerrada en aquella fortaleza.
Había intentado
entretenerse visitando las habitaciones, pero lo cierto es que no le apetecía
ni lo más mínimo pasearse por el interior del castillo, prefería el aire puro y
la luz del sol, tan escasa en aquella época del año.
En su mente apareció el
rostro de su padre, triste y asustado al comprobar que la perdería y no podía
hacer nada. Suspiró. Tenía que acostumbrarse a esta nueva vida, no había manera
humana de poder escapar de ahí.
-¿Te gusta leer?
La voz, aunque suave y
delicada de Kaesios, la asustó y dejó caer el libro al suelo. Estaba petrificada
y el corazón se le aceleró. Kaesios se agachó y cogió el libro del suelo, miró
el título y abrió mucho los ojos.
-¿La odisea? No pensé
que te gustara este tipo de libros…
Ella parpadeó varias
veces.
-Dicen que es un gran
libro, un clásico.
-Lo cierto es que es un
clásico, pero pensé que a alguien de tu edad le gustarían más las novelas sobre
caballeros de brillante armadura y esas cosas.
Sin saber muy bien por
qué, Clara se ruborizó. Alzó la mirada y vio como los ojos de aquel ser brillaban
de diversión. ¿Acaso le estaba tomando el pelo? Eso la enfureció.
-No me conocéis en
absoluto. –dijo fríamente.
-Tenéis toda la razón –dijo,
todo rasgo de suavidad y delicadeza, habían desaparecido de su voz. Le tendió
el libro. Ella estuvo tentada de no aceptarlo, pero luego fue consciente de con
quién estaba tratando. Esa criatura tenía el poder de terminar con su vida con
una sola mirada, y no sabía muy bien por qué, pero tenía la certeza de que no
quería hacerla ningún daño, así que más valía no tentar a la suerte.
Cogió el libro y se lo
volvió a colocar en el regazo. Le miró de reojo. Kaesios estaba de pie a su
lado, mirando al frente, supuestamente abstraído. Tan quieto como una estatua. No
pudo evitar admirar su belleza, siempre le habían dicho, desde que era una
niña, que esas criaturas en malvadas, disfrutaban del sufrimiento humano,
mataban por placer y ella se imaginó a seres tan horribles por fuera como le
habían dicho que eran en su interior. Pero nada más lejos de la realidad. Kaesios
era hermoso. Alto y fuerte, su pelo negro y brillante, su piel perfecta,
pálida y fría, pero hermosa, y sus ojos… no podía expresar con palabras la
belleza de esos ojos azules cuando la miraban sin furia.
Pero, ¿qué estoy
pensando? -Se regañó mentalmente apartando la mirada de aquel ser- es un
vampiro, un inmortal sin corazón, sin sentimientos… pero cuando volvió a mirarle sintió una
punzada en su interior cuando se cruzaron las miradas, por un instante creyó
ver la verdad de Kaesios, en sus ojos azules se reflejaban la soledad y el
dolor, fue tan fugaz que después ella pensó que había sido su imaginación, pero
ahí y ahora, durante el instante que mantuvieron unidas sus miradas, Clara tuvo
la certeza de que algunos inmortales no eran tan horribles como le habían dicho,
eran seres torturados, poderosos sí, malvados, tal vez, pero torturados ya que
sufrían sus penas durante toda la eternidad…
El silencio se tornó
algo incómodo. Kaesios no decía nada, simplemente la miraba y Clara comenzó a
ruborizarse.
-Hace un día precioso
¿No creéis?
Kaesios levantó una
ceja en señal de sorpresa y el brillo de la diversión volvió a asomar a sus
ojos.
-Sí, parece que al
menos por hoy no va a llover. ¿Os gusta el jardín?
-Oh… sí, es un lugar
precioso, lástima que esa enorme muralla impida la visión de las montañas,
debería ser un espectáculo fascinante.
Una media sonrisa asomó
a los labios de Kaesios y el corazón de Clara se saltó un latido.
-La visión al atardecer
en las montañas es magnífica, pero debe prevalecer la seguridad.
-¿Seguridad? Vos sois
un inmortal, ¿Quién osaría desafiaros e intentar haceros daño? Un loco sin
duda.
Kaesios no pudo evitar
soltar una pequeña risilla.
-Un loco, sin duda.
Pero en esta fortaleza no solo vivo yo, debo tener presente el bien estar de
los que viven bajo mi techo cuando yo no estoy aquí para defenderlos.
Clara agachó la mirada
algo aturdida, no esperaba esa respuesta.
-Por supuesto. –logró decir.
El corazón de Clara se encogió, ¿era posible que esa criatura tuviera presente
a todas las personas que vivían bajo su techo? ¿Era posible que las protegiera
como si fueran su familia? Sin duda eso no era compatible con todo lo que le
habían dicho los supervivientes. Estaba terriblemente confundida, ya no
distinguía lo que era real de lo que no. Siempre temió y odió a los inmortales,
la inculcaron desde niña que eran seres terribles, que no sentían piedad y
disfrutaban con los sufrimientos, sin embargo, el inmortal que estaba ante
ella, sin duda protegía a los suyos, y la mayoría de los que vivían aquí eran
humanos, mortales como ella misma…
-Bueno, ahora debo
irme, espero que paséis un buen día.
-Igualmente os deseo a vos.
Sin decir nada más Kaesios
se marchó. Se sentía aturdido. Estar ten cerca de esa muchacha le dejaba con
las defensas demasiado bajas, debía concentrarse y mantenerse todo lo alejado
que pudiera de ella.
Aidan les observaba
desde la ventana de la biblioteca. Había ido allí para coger unos documentos y
se quedó pasmado al ver a Kaesios junto a la muchacha humana. ¿Qué era lo que
se traía entre manos? Aún no entendía la decisión de haberla llevado con él,
eso no estaba en sus planes, Kaesios se presentó en la reunión para traerse a
los más jóvenes, para poder entrenarlos y convertirlos en guerreros, soldados
temibles y valerosos, capaces de luchar contra Baldur y sus secuaces. Pero aparecer
aquí con una chica, de apenas veinte años (si es que llegaba) no tenía sentido,
¿qué podría querer él de la muchacha? Sin duda no podría utilizarla, pues la
hija de Thomas no tendría ningún interés para Baldur, pues que él supiera fueron
los soldados del sur los que acabaron con su hijo, aunque odiaba a todos los
humanos por igual. Verlo ahí parado, sin saber que hacer, junto a una humana le
dejó cuanto menos, intrigado. ¿Y si…? No, no podía ser, Kaesios no sin duda…
pero ¿y si por una razón desconocida se sentía atraído por ella? Que él supiera
Kaesios nunca había mostrado un interés particular por ninguna humana, al menos
su madre, Karina, jamás le había comentado nada al respecto. Y durante los
trescientos años que habían permanecido juntos, habían hablado muchísimo de su
querido hermano.
Vio como Kaesios se
despedía y emprendía la marcha, siempre a una velocidad humana, supuso que para
no asustarla. Cogió los documentos y se apresuró a salir de la biblioteca.
Se encontraron en el
pasillo.
-Kaesios…
-Aidan, te creía
hablando con el consejo.
-Aún es temprano, vine
a por unos documentos que necesito.
-Bien.
-Kaesios… ¿puedo
preguntarte algo?
Kaesios lo miró
fijamente.
-Pregunta, yo ya veré
si te respondo o no.
-¿Por qué has traído a
la humana contigo?
Kaesios se lo pensó
durante unos segundos.
-Fue un impulso, no
pude evitarlo.
-¿Un impulso?
-Sí, la vi allí y
sentí la necesidad de traerla, así de simple.
Y sin decir más se
marchó de ahí, dejando a un Aidan totalmente pasmado.
-Thomas, si Kaesios se
entera de esta reunión nos matará a todos.
-Daniel, tendremos que
hacer algo, no podemos dejarlo así, tal y como está. Se ha llevado a nuestros
hijos, debemos hacer algo…
-Hicimos un trato –contestó
John- debemos aceptar las consecuencias de nuestros actos, podía haber sido
peor.
-¿Peor? Y lo dices tú,
a ti te queda tu hija en casa y una esposa, yo no tengo nada.
-Thomas, Kaesios es un
inmortal, no podemos nada ante él. Mira lo que le hizo a Charles, no le dio
tiempo ni a verlo venir cuando ya estaba muerto en el suelo. Debemos actuar con
cautela, nos ha dejado vivir, creo que es lo más importante.
-Yo no puedo
conformarme con eso. ¿Qué hará esa bestia a mi niña? ¿Tienes alguna idea de lo
que puede estar sufriendo en sus manos?
-Ha prometido que no
les causará ningún daño Thomas, debemos confiar.
-¡No Samuel, no puedo!
¿No lo entendéis?
-Tal vez si hablaras
con él… -propuso Philip.
-¿Hablar? ¿Crees que se
puede hablar con un inmortal? Ellos no hablan, ellos ordenan y nosotros obedecemos.
-Y nos dejan vivir, no
lo olvides. Los días oscuros terminaron Thomas, aceptamos el trato para
continuar con nuestras vidas, es justo que paguemos, él pudo matarnos aquel
día, lo sabes, sin embargo nos dio otra opción, y la aceptamos. No me siento
orgulloso por ello, tal vez hubiese sido más valiente y honorable morir aquel
día, pero elegimos vivir, y hemos vivido tranquilos desde entonces, Kaesios nos
protegió de otros inmortales, lo sabes.
-Sí, Daniel tiene
razón, hubo pueblos totalmente masacrados, familias enteras descuartizadas y
brutalmente asesinadas, nosotros no Thomas, nosotros vivimos tranquilos, hasta
hoy. Kaesios cumplió su palabra, hoy nos toca a nosotros cumplir nuestra parte
del trato.
-¿Y para qué quiere un
inmortal a nuestros hijos?
-Para defenderos a
vosotros
La voz fría y dura,
sonó en toda la habitación dejando a los supervivientes totalmente petrificados
en sus sitios.
¡Kaesios! Los había
encontrado, estaban perdidos.
-¿Ahora no decís nada? –Dijo
apareciendo ante ellos- Pensé que vuestra rabia os convertiría en seres más
locuaces.
-¿Protegernos? ¿De
quién?
Kaesios los miró
fijamente. Había decidido no decirles nada por el momento, pero al ver lo trastornado
que se encontraba en presencia de Clara tomó la decisión de salir, alejarse de ella, tal vez así volvería a ser él mismo y se encuentra con
una reunión “secreta”. Estos humanos no dejaban de sorprenderle.
-De vuestra estupidez Thomas.
© Arman Lourenço Trindade
Mi querida Plumilla, solo decirte "Fantástico Relato", con esta nueva entrega nos atrapas más en la historia, se desvelan nuevos datos del trato de Kaesios con Thomas y los demás...La escena del jardín con Clara me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMe encanta como escribes, eres genial y ya estoy deseando leer el siguiente capitulo de esta estupenda historia.
Besitos Azules ^_^
Emocionante y precioso. Enhorabuena
ResponderEliminarMuy interesante escrito.. me pasee por el blog y esta muy interesante.. es inspirador. Los invito cordialmente a pasar por mi recien creado blog de mi autoria..
ResponderEliminarSaludos cordiales..
http://antuan-el-aprendiz.blogspot.com.ar/
Me encanta el relato Arman, tu forma de escribir te envuelve en la trama y te acerca a los personajes. Me ha gustado conocer más sobre Kaesios y todo lo que le envuelve. Me ha gustado mucho la escena con Clara...y lo dejas muy intrigante.
ResponderEliminarAhora voy a leer el 4º que el ordenador me ha fastidiado estos días!!
Besos preciosa!!