La Deuda
Kaesios
se dirigió hacia la licorera y con toda calma se sirvió una copa, dejando a
Clara ayudar a su padre a ponerse en pie y a los hijos de Daniel cubrir
el cadáver de Charles con un mantel.
Nunca
entendió este miedo que sienten los humanos por la muerte, llegando a ser casi
reverencial, al fin y al cabo su condición era la de nacer para morir...
Cogió
una silla y la puso de espaldas a la chimenea y se sentó.
Todos estaban frente
a él en un semicírculo, mirándolo asustados. ¡Cuánto disfrutaba! No había nada
más embriagador que el olor del miedo.
Vio
como Julien se acercaba hasta la chica y le pasaba un brazo por el hombro para
infundirle ánimo y apoyo. Kaesios sintió un fuego inexplicable en su interior,
una rabia casi incontrolable al ver a ese petimetre tocar con tanta naturalidad
a la chica. El fuego se extendió por todo su cuerpo. No se levantó, no hizo
falta y tampoco alzó el tono, pero su voz sonó fría y despiadada.
-No la
toques o no vivirás para ver un nuevo día.
Ante la
amenaza, el muchacho quitó el brazo como si el contacto con la chica le
quemara.
Kaesios
rió para sí ante ese gesto.
Volvió
su atención hacia el vaso que sujetaba en la mano, hizo girar el líquido y fijó
su vista en los destellos de color producidos por las llamas del fuego. Nada
estaba saliendo como lo había previsto.
Él había planeado una entrada triunfal,
meterles el miedo en el cuerpo, divertirse un poco y luego, sutilmente,
convencerlos para que se unieran a las fuerzas de la resistencia. No ellos, que
ya tenían una edad, pero si sus hijos y demás familiares, además teniendo en
cuenta que eran sus vidas las que corrían peligro si al final, se
desataba la guerra entre los clanes de vampiros, creyó que era una buena idea.
Pero todo cambió en cuanto vio a la chica... Lo achacó una vez más a su
naturaleza voluble, pero no podía obviar que su forma de comportarse no era la
normal, en cuanto a la muchacha se refería.
-Bueno,
queridos soldados de los días oscuros, ¿Qué me proponéis como pago por
la deuda contraída? Ya que al parecer no estáis muy de acuerdo con
mis sugerencias...
Todos
permanecieron en silencio.
-Kaesios,
puedes hacer conmigo lo que desees, lo juro, pide lo que quieras, dinero,
joyas, tierras, lo que quieras, pero te suplico que no te lleves a mi hija -rogó
Tomas.
-Mi
querido Tomas...¿En serio crees que a mí me interesan algo tus malditas
tierras? ¿O tus joyas? ¿O la de todos estos cobardes? Tengo cientos de años
vividos, y he cubierto mi cuota de metales preciosos y piedras brillantes, ¿Y
para que iba a querer yo vuestras tierras? Poseo más de lo que me gustaría...
No, nada de vuestras posesiones puede tentarme.
-Kaesios
-la suave voz de Clara hizo que la criatura elevara la vista del vaso y la
fijara en ella- antes dijiste que aceptabas mi vida a cambio de la de
todos ellos ¿Esa oferta aún sigue en pie?
-¡NO!
-gritó Tomas -¡No Clara! Hija mía, no... Te lo suplico, habrá otra forma, no
puedo perderte a ti también, no podría vivir sabiéndote en manos de
Kaesios.
-¿Y eso
por qué? -preguntó Kaesios ofendido. -¿Acaso crees que la maltrataré? Soy un
inmortal, Tomas, un vampiro, un señor de la noche, pero no soy una bestia.
Jamás haría daño a alguien que no lo mereciera...
Kaesios
se bebió de un trago la copa y tiró el vaso a la chimenea, todos se
estremecieron ante este acto. Se puso en pie lentamente y se acercó hasta Tomás
y su hija.
-No me
la comeré Tomas, ni la golpearé, ni la dejaré morir de hambre ni de frío. He
decidido que me la llevaré, te guste o no, pero ahora ella no cubre la deuda de
los demás, ese tiempo ya se pasó...
Clara
abrazó a su padre y le susurró en el oído:
-Estaré
bien... no te preocupes...
Tomas
abrazó a su hija con desesperación. Nada podía hacer si Kaesios había tomado
una decisión, él no podría impedirlo, se la llevaría por las buenas o por las
malas.
Kaesios
comenzó a caminar entre los demás, mirándoles fijamente a la cara, sin decir
palabra, podía sentir el miedo en sus cuerpos.
-No deseo
pasarme toda la noche aquí, la decisión está tomada, me llevaré a uno de
vuestros hijos, a los menores, así os quedarán los herederos para continuar con
vuestra miserable estirpe.
Las mujeres
comenzaron a llorar.
-Kaesios,
ese no fue el trato –se aventuró a comentar Daniel- No puedes pedirnos a
nuestros hijos, ellos no formaron parte de la guerra…
-Eso no
me importa Daniel, puedes pensar que debido a aquel trato ellos están hoy aquí,
por lo tanto en cierta forma, también me pertenecen. Pero no sé a qué viene
tanto drama, no les haré ningún daño, siempre y cuando ellos no intenten
escapar y no se les pase por la cabeza traicionarme, esos dos pecados
conllevarían la pena de muerte.
Un silencio
sepulcral se apoderó de la estancia, Kaesios se paseaba tranquilamente
observando las obras de arte, los adornos y los muebles, como si todo fuera de
lo más normal.
Su andar
era ágil y sigiloso, como el de un felino, atento a cualquier movimiento, listo
para atacar… Irradiaba fuerza y poder, pero también maldad. Sus ojos azules se
posaron en los de Clara. La criatura había llegado a su límite.
-Es la
hora -dijo y extendió la mano para que Clara se la cogiera.-Hoy me llevaré a tu
hija Tomas, mañana mandaré a buscar a todos los demás. Pero os lo advierto, si
alguno me falla, intenta escapar o engañarme no saldrá muy bien parado, ni él
ni su familia… -sus ojos se iluminaron con un brillo malvado que daba a
entender que disfrutaría mucho aplicando el castigo.
La
muchacha dudó durante unos instantes. Miró a Julien y a Mark con pena, ellos le
devolvieron la mirada, dolidos y frustrados, con impotencia al comprobar que la
iban a perder y nada podían hacer. Dio un último beso a su padre y se acercó
hasta Kaesios. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo al sentir el frío de la
mano, pero también su fuerza, aunque contenida para no lastimarla.
-Nos
volveremos a ver las caras, soldados de los días oscuros, y la próxima vez no
seré tan amigable ni tan comprensivo.
Acercó
a la chica hasta su cuerpo, posó la otra mano en su espalda y con una última
mirada a Tomas, desapareció.
Clara
solo pudo notar como todo se movía a una velocidad pasmosa a su alrededor, iban
tan rápido que ella comenzó a marearse y creyó que perdería el conocimiento.
Kaesios al notar como el cuerpo de la chica quedaba flácido y sin fuerzas, paró
un instante para cogerla entre sus brazos, de modo que la muchacha podía apoyar
la cabeza en su hombro y cerrar los ojos.
En unos
minutos llegaron a la casa de Kaesios, más que su casa, su fortaleza. Clara
solo notó que todo, de pronto, dejó de moverse y se vio otra vez con los pies
en el suelo. Tuvo que agarrarse a lo primero que encontró para no caer de
bruces, que fue el dosel de la cama. Mientras intentaba tranquilizarse y
relajarse, observó como la criatura se movía inquieta por la habitación.
Kaesios
estaba confundido, tenía vividos y a sus espaldas muchos siglos, tantos que
apenas recordaba los primeros años, pero tener a esta chica entre sus brazos le
había hecho sentir cosas que creyó tener enterradas, cosas que solo había
experimentados en sus días como humano, cosas que creía muertas al igual que él
mismo...
Se
detuvo frente a la puerta y la miró.
-Esta
será tu habitación, puedes moverte con total libertad por toda la fortaleza,
visitar las habitaciones y todos los lugares que desees. Si necesitas algo
tienes el llamador al lado de la cama, es ese cordón granate. En vista de los
acontecimientos, vas a pasar mucho tiempo conmigo, me gustaría que comenzases a
pensar en esta como tu casa... Espero que descanses.
Dicho
esto, salió de la habitación cerrando la puerta tras él. Clara, ya repuesta del
inusual viaje, miró fijamente todo lo que le rodeaba. La habitación era hermosa.
Sintió un
terrible vacío en su interior.
La muchacha
suspiró. Todo esto le parecía surrealista, como si estuviera soñando. Se
sentó en la cama y se dio cuenta de que aún tenía sangre en las manos. Miró
alrededor hasta que encontró una palangana de fina porcelana con agua, se
acercó hasta ella y comenzó a lavarse las manos lentamente, mientras veía como
el agua transparente se tornaba en rosa, las lágrimas rodaban por sus
mejillas descontroladas, sentía miedo, sí, estaba asustada, no sabía que quería
aquel ser de ella ni lo que tenía planeado. Echaba en falta su casa, su
habitación y el reconfortante abrazo de su padre, que le proporcionaba
seguridad y calor, aunque eso ya no lo
tendría jamás…
No
tenía camisón, así que se quitó el vestido y se quedó con la ropa interior, fue
por el cuarto apagando las velas de los candelabros y cerrando las cortinas. Se
acercó a la puerta y suspiró aliviada al comprobar que no la había encerrado.
Se metió en la cama y apagó la última de las velas, sumida en la oscuridad
lloró su pena hasta que el sueño la reclamó.
Kaesios,
ya en su cuarto, agudizó el oído, uno de los muchos privilegios de ser quién
era, tenía unos sentidos muy desarrollados, tanto que podía escuchar con toda
claridad los sollozos de la chica. Creyó sentir algo parecido a la compasión,
pero eso no podía ser, él era un vampiro, todo rastro de humanidad murió el
mismo día de su transformación, sin embargo, algo le perturbaba y no le gustaba
mucho la idea. Si comenzaba a ansiar cosas que no podían ser, a desear cosas
que perdió hace siglos, sus enemigos tendrían un punto de debilidad en el que
apoyarse para eliminarlo y eso, en los tiempos que corrían y en los
que estaban por venir, no se lo podía permitir...
Clara
se despertó asustada, durante unos instantes no supo dónde estaba. Luego la
realidad le golpeó con fuerza hasta dejarla paralizada. Al parecer no había
sido un sueño... Se levantó y corrió las cortinas, supuso que por la posición
del sol serían las diez de la mañana, divisó el paisaje que la rodeaba. Pudo
ver que se encontraba en un castillo medieval, rodeado totalmente por una
muralla muy alta. Las dimensiones del lugar eran enormes. Todo estaba muy bien
cuidado y modernizado. A lo lejos se veían las montañas con las cumbres
nevadas.
Abrió
las ventanas y salió al exterior. El frío de la mañana la sacudió con fuerza,
pero a ella no le importó. Se asomó al balcón y miró hacia abajo, al oír el
barullo que producían las ruedas de los coches de caballos al entrar en el
patio. Tres coches se detuvieron frente a la puerta principal y de ellos
bajaron los hijos menores de los supervivientes. A Clara se le aceleró el
corazón, eso significaba que no estaría sola con la bestia. Desde esa altura
reconoció a Mark y eso le levantó el ánimo al instante, un amigo, un aliado.
Los muchachos
se reunieron frente a la puerta, Clara se asomó aún más y pudo comprobar que
Kaesios los estaba hablando desde la entrada ¡Y a la luz del día! Se sorprendió
mucho, siempre había oído que esas criaturas no soportaban la luz del sol
¿Cuántas cosas más eran mentira?
Kaesios
entró y Clara vio como los muchachos eran conducidos, acompañados por lo que
parecían soldados, hacía un edificio distinto. Eso la produjo tristeza, aunque
tal vez ella podía acceder a aquella zona.
Su
estómago se quejó de hambre. Clara suspiró, había llegado la hora de abandonar
la seguridad de su habitación. Encontró en una silla una muda de ropa y el agua
de la palangana había sido sustituida por otra limpia. Eso la dio a entender
que alguien había entrado mientras dormía.
Se
vistió despacio. El vestido era muy bonito, sencillo y elegante y le quedaba
bastante bien, quizá un poco largo pues al caminar se lo iba pisando, pero no
le importó mucho.
Comenzó
a peinarse y mientras pasaba el cepillo una y otra vez por su pelo se infundía
valor para salir de la habitación. No sabía muy bien que es lo que tenía que
hacer, ni a dónde ir, los nervios se apoderaron de su cuerpo. Se miró una
última vez en el espejo, suspiró y salió de la habitación.
No
conocía el lugar, pero supuso que el comedor estaría en la planta baja, así que
se dirigió hacia las escaleras. Una vez abajo un hombre se le acercó, vestía de
negro de pies a cabeza, ella intentó averiguar si se trataba de un humano.
-Buenos
días –saludó el hombre.
-Buenos
días –contestó ella algo indecisa.
-Si
desea desayunar el comedor está por aquí.
Sin mediar
palabra ella le siguió. El hombre se paró frente a unas puertas dobles de
madera labrada. Las abrió con parsimonia y le indicó que entrara. Ella obedeció,
pero nada más entrar en el comedor se quedó helada al ver que no estaba sola en
la estancia, Kaesios estaba allí, dándole la espalda y mirando por los
ventanales. Se veía imponente.
-Buenos
días -le dijo sin girarse.
-Buenos
días -contestó Clara un poco asustada, jamás pensó encontrarlo allí.
Kaesios
se giró lentamente y se acercó hasta ella.
-Espero
que hayas descansado.
-Sí,
gracias.
Él la
acompañó hasta la mesa y le ayudó a sentarse, después tomó asiento en la
cabecera y ordenó que sirvieran el desayuno.
Clara
se sorprendió al verle comer tan tranquilamente los huevos con panceta frita.
Ella pensaba que esas criaturas solo se alimentaban de sangre. Otra mentira más
que le habían contado.
Kaesios
permaneció en silencio fingiendo centrarse en la comida, mientras dejaba que la
muchacha se familiarizara con él. Ella le miraba cuando creía que no la veía, y
él necesitaba que ella dejase de sentir miedo en su presencia.
-¿Os
gusta el lugar? -le preguntó al fin.
Ella
dio un respingo al oír su voz, que sonó clara y suave.
-Vivís
en un castillo medieval, creo que a todo el mundo le gustaría un sitio así.
Una
sonrisa asomó a los labios del vampiro, haciéndolo parecer más humano.
-Sí, es
un maravilloso castillo medieval, yo mismo ordené que lo construyeran para mi
hace muchísimos años...
-Debe
ser fascinante tener una vida tan larga.
Kaesios
la miró fijamente a los ojos. La chica era muy hermosa, tenía un pelo castaño
dorado, que ahora llevaba suelto y en todo su esplendor, y unos ojos verdes tan
intensos como el musgo.
-No lo
creas, vivir mucho es cansado y muchas veces aburrido.
-¿Por
qué me habéis traído aquí? ¿Qué pensáis hacer conmigo?
Kaesios
no esperaba que ella le hiciera una pregunta tan directa. Bebió un sorbo de su
copa de zumo y se concentró en responder.
Esta historia es fascinante mi querida Plumilla, tengo ganas de saber que más pasa, como continua... Kaesios me tiene intrigada...
ResponderEliminarMe has dejado con ganas de seguir leyendo, espero que pasen pronto los quince días para seguir disfrutando de esta estupenda historia. ¿Te he dicho ya que me encanta?
Un Besazo ^_^
Nos leemos prontos.
Arman, me has atrapado con esta historia, y eso que el tema vampiros no es muy de mi agrado. Sin embargo, lograste engancharme. Me gusta tu forma de escribir, cómo describes a los personajes, los lugares. Puedo sentir el carisma que emana de Kaesios y ese leve temor que se refleja en Clara frente a su presencia. Está muy buena, realmente.
ResponderEliminarAnsiosa por saber más.
Cariños, Mimi.
Bueno no me parece raro que me dejes asombrada con tu historia luego de haber leído tu novela. Particularmente me encantan las historias de vampiros y ésta es una de ellas, espero que haya amor jiji. Este Kaesios parece malvado, pero habrá que ver si logran derretir su corazón...:D Besos! me encantó.
ResponderEliminarNo me sorprende que me dejes atrapada con tu historia, ya lo conseguiste con tu novela que me encantó. Particularmente me encantan las historias de vampiros, y ésta va a ser una de ella, espero que haya amor jiji. Kaesios parece ser muy malvado pero habrá que ver si logran derretirle su corazón... :D. Un beso! Me encantó!
ResponderEliminarUf. Le tenía miedo a Kaesios y ahora empieza a gustarme.
ResponderEliminarArmán, no voy a poder aguantar dos semanas.
Felicitaciones preciosa.
Parece que vamos a sufrir un poco con esta historia, porque debemos esperar mucho para la continuación...
ResponderEliminarDiré que Kaesios me parece un personaje sombrío y muy complejo, que son mis favoritos, así que estaré muy al pendiente de lo que sigue.
Besos y feliz inicio de semana.
Me encanta la historia Arman y como describes las cosas y las sensaciones de los personajes.
ResponderEliminarLa dejas muy interesante, y ya deseo leer más para saber que pasa con Clara y con los demás. Kaesios es muy intrigante!!
Besos plumilla!!!
Vaya, vaya...Al final va a resultar que Kaesios no es tan malo como aparenta ^.^
ResponderEliminarLa verdad es que solo puedo tener palabras buenas hacia la historia, ya que tu manera de escribir es muy dinámica y muy descriptiva, por lo que haces que las imágenes se aparezcan en mi mente y que no haya saltos que choquen a la vista.
Si hace quince días te dije que la historia me había encantado, hoy reafirmo mi palabras y dejo la petición de que la continues lo antes posible.
Muchas felicidades Arman, un saludo
Mi niñaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa plumifera que bien escribeeeeeeeeeeeeeeeeee
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